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La cerveza artesana española sube como la espuma. Creció un 1.600% entre 2008 y 2015. De las 21 microcervecerías que se dedicaban a elaborar este tipo de cervezas se ha pasado a casi 400, lo que supone una oferta de casi un millar de marcas. Muchas están concentradas en Cataluña, donde empezó el fenómeno, concretamente en el barrio de Gràcia de Barcelona, impulsado por el maestro cervecero inglés Steve Huxley. En la actualidad se expande por todos los rincones de España, principalmente por Andalucía, Castilla y León, Valencia, Euskadi, Galicia, Castilla-La Mancha y Madrid. Llevan el sello de su autor, un brewmaster, lo que garantiza la calidad de la materia prima —principalmente maltas y lúpulos de distintas procedencias— y una cuidada elaboración manual que incluye la refermentación en botella y algunas con una maduración en roble. Son siempre naturales, sin colorantes ni aditivos, sin filtrar ni pasterizar, y tienen el toque personal de plantas y frutas para aromatizarlas. Por contra, son más caras que las industriales, suelen presentar aspecto turbio, son de conservación delicada y distribución restringida, aunque muchas se pueden comprar por Internet. Sorprendentes siempre, nunca decepcionan, y las hay para todos los gustos, lo que hace que la selección sea siempre una cuestión personal.
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