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#TMporEspaña: Descubriendo los secretos de Aragón, un viaje por su alma histórica y natural
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#TMporEspaña: Descubriendo los secretos de Aragón, un viaje por su alma histórica y natural

Por Travel Magazine

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Aragón siempre me ha cautivado por su capacidad de sorprender: un mosaico de catedrales góticas que desafían el cielo, cañones que susurran leyendas pirenaicas y pueblos encaramados como nidos de águilas. Esta región del noreste español, con sus tres provincias —Zaragoza, Huesca y Teruel— no es solo un paso en el Camino de Santiago; es un destino que fusiona el bullicio urbano con la serenidad salvaje. En este reportaje, te guío por sus principales atractivos turísticos, esos rincones que convierten cualquier itinerario en una epopeya personal. Prepárate para empacar la cámara y el espíritu aventurero.

Zaragoza: El corazón pulsante de la historia y la vida cotidiana

No hay introducción a Aragón sin su capital, Zaragoza, una urbe que late con la energía de tres culturas —cristiana, musulmana y judía— entretejidas en sus piedras. El epicentro es, sin duda, la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un prodigio barroco erigido sobre el río Ebro, donde las leyendas cuentan que la Virgen dejó su huella en una columna. Sube a sus torres para una vista panorámica que abarca la ciudad y el río serpenteante, y no te pierdas las visitas guiadas que revelan sus frescos de Goya. Junto a ella, la Catedral de La Seo del Salvador y la Lonja forman la Plaza de las Catedrales, un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por su arquitectura mudéjar —esa mezcla árabe-cristiana que hace de Zaragoza un joya renacentista.

Pero Zaragoza no es solo monumental: adéntrate en El Tubo, un laberinto de callejones medievales donde tapas y vinos aragoneses fluyen como el Ebro. Para un toque moderno, el Acuario de Zaragoza te sumerge en ríos del mundo entero, desde el Amazonas hasta el Mekong, ideal para familias o soñadores acuáticos. Y no olvides el Palacio de la Aljafería, un alcázar islámico del siglo XI convertido en sede de las Cortes, donde cada arco narra conquistas y paces. Zaragoza es el punto de partida perfecto: vibrante, accesible y con tren de alta velocidad desde Madrid o Barcelona.

Teruel: El amor eterno en piedra mudéjar

Si Aragón tiene un alma romántica, está en Teruel, esa provincia "olvidada" que en realidad es un tesoro mudéjar. La ciudad de Teruel brilla con sus torres mudéjares —San Martín, San Salvador y El Salvador—, torres-campanario que compiten en delicadeza con las de Sevilla, pero sin multitudes. El clímax es la historia de los Amantes de Teruel, Diego e Isabel, cuya tumba en la Catedral evoca un Rome y Julieta español: visita el mausoleo al atardecer, cuando la luz dorada ilumina sus esculturas románticas.

A solo una hora, Albarracín se erige como uno de los pueblos más bellos de España: casas colgadas en un risco rojizo, calles empedradas que serpentean y una catedral gótica que parece flotar. Declaro aquí mi debilidad: pasear por su muralla al amanecer, con el río Guadalaviar murmurando abajo, es poesía pura. Teruel ofrece también sabores únicos, como el jamón D.O. y las trufas, en rutas gastronómicas que convierten la visita en un festín sensorial.

Los Pirineos: Donde la montaña susurra aventuras

Aragón no sería Aragón sin sus Pirineos, esa frontera natural con Francia que invita a la introspección. El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, Patrimonio de la Humanidad, es el rey indiscutible: circo glaciar, cascadas como la Cola de Caballo y senderos que ascienden al pico más alto de los Pirineos (3.355 m). En verano, es para hikers; en invierno, para esquiadores en estaciones como Cerler o Formigal. No muy lejos, el Monasterio de San Juan de la Peña, excavado bajo una roca en Jaca, es un prodigio románico del siglo X, cuna de los reyes aragoneses. Imagina misas cantadas en su cripta, con el aroma de pino eterno.

Para escaladores, los Mallos de Riglos, formaciones rocosas rojizas en Huesca, son un imán: rapela o simplemente contempla desde un mirador, con buitres planeando en el cielo. Y si buscas adrenalina acuática, los Cañones del Río Vero ofrecen barranquismo entre paredes calizas.

Pueblos con alma y naturaleza inmortal

Aragón rebosa de aldeas que parecen salidas de un cuento. En la comarca de Matarraña, Valderrobres y La Fresneda deslumbran con castillos medievales y plazas porticadas, ideales para un road trip lento. El Castillo de Loarre, en Huesca, es otro imprescindible: una fortaleza del siglo XI que sirvió de plató para películas, con vistas que abarcan valles infinitos.

Para un toque surreal, visita Belchite, el pueblo fantasma bombardeado en la Guerra Civil, un recordatorio crudo de la historia que invita a la reflexión. Y en las salinas de Sástago y Bujalaroz, lagunas rosadas por algas que crean un paisaje lunar al atardecer.

Por qué Aragón debe estar en tu radar

En un mundo de destinos saturados, Aragón ofrece autenticidad: menos turistas, más historias. Llega en coche por la A-23 o vuela a Zaragoza; las mejores épocas son primavera para flores pirenaicas o otoño para setas y vendimias. Mi consejo: alquila un coche y déjate llevar por el Duero —perdón, el Ebro—. Aragón no se visita; se vive. ¿Listo para tu capítulo? Yo ya estoy planeando el regreso.

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